Antes de definir cualquier estrategia de marketing, debemos
plantearnos claramente que queremos conseguir. Primero debemos saber a donde
queremos ir, para después escoger el camino correcto. La herramienta necesaria para clarificar, a donde nos queremos
dirigir, son los objetivos y para su
correcto establecimiento y fijación,
será necesario cumplir con las siguientes condiciones:
Debemos formularlos por escrito,
evitaremos problemas e interpretaciones erróneas.
Estudiar y conocer perfectamente el mercado, la situación de nuestra empresa y su competitividad. De esta forma
podremos definir de forma correcta los objetivos a cumplir.
Tenemos que ser realistas y no establecer objetivos inalcanzables, ya que si fijamos objetivos que no se van a cumplir, obtendremos el efecto
inverso y desmotivarán al equipo implicado en su consecución. Esto no quiere
decir, que no deba existir una dificultad en alcanzarlos, si no que su
establecimiento y fijación, deberán plantearse siempre como un reto.
Los objetivos tienen que ser concretos. Muchas de
las empresas de hoy en día, definen sus objetivos, con un: “aumentar la facturación un 10%”. Esta
definición de objetivos, es incompleta, ya que tendremos que concretar, por
cada unidad de negocio, producto o servicio, incluso si es necesario por zonas geográficas.
Deberá haber coherencia, entre los objetivos a corto,
medio y largo plazo. Lógicamente los objetivos a corto plazo son el camino,
para llegar a la situación deseada a largo plazo.
Es necesario obtener un compromiso y una aceptación, por parte de todo el equipo
implicado. El grado de compromiso con los objetivos, es una de las
principales claves para que se alcancen.
Los objetivos tendrán que
disponer de elementos de control. Además
de evaluar y controlar, nos permitirá corregir posibles desviaciones que
pudieran entorpecer el correcto cumplimiento de objetivos.
Por último comentar que además de establecer
los objetivos de forma cuantitativa, existen una serie de objetivos, que los
debemos de formular de forma cualitativa.
Como por ejemplo, aquellos objetivos, que no se puedan cuantificar o son más genéricos
o menos tangibles, como puedan ser, objetivos de notoriedad o de imagen de producto
o marca. Además, también debemos establecer de forma cualitativa, aquellos
objetivos, que medir su cuantificación, supongan un coste elevado para la
empresa.
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